
Las lesiones del hombro son una causa frecuente de consulta médica, afectando tanto a personas jóvenes como adultas, especialmente aquellas que practican deportes o realizan actividades físicas repetitivas. Esta articulación, altamente móvil, pero estructuralmente compleja, puede verse comprometida por traumatismos, desgaste progresivo o sobrecarga funcional. Abordar estas lesiones a tiempo es esencial para preservar la movilidad y evitar secuelas funcionales.
Tipos de lesiones más comunes
Las lesiones que afectan el hombro pueden ser inflamatorias, traumáticas o degenerativas. Entre las más diagnosticadas se encuentran:
- La tendinitis del manguito rotador representa una de las patologías más habituales. Ocurre cuando los tendones que estabilizan y permiten el movimiento del hombro se inflaman debido al uso excesivo, malas posturas o microtraumatismos acumulados. En casos crónicos puede evolucionar a un desgarro.
- La bursitis subacromial es otra afección frecuente, que consiste en la inflamación de la bursa ubicada entre el acromion y los tendones del manguito. Esta inflamación provoca dolor al mover el brazo por encima del nivel del hombro.
- Los desgarros del manguito rotador pueden ser parciales o completos. Se asocian tanto al envejecimiento como a traumatismos directos. Suelen manifestarse con debilidad, dolor nocturno y limitación funcional progresiva.
- Las luxaciones recurrentes, por su parte, afectan especialmente a personas jóvenes y deportistas. Se producen cuando la cabeza del húmero se desplaza de su lugar, generando inestabilidad y riesgo de nuevas lesiones.
También se presentan con frecuencia las lesiones del labrum glenoideo, como las de tipo SLAP, que comprometen el cartílago que estabiliza la articulación. Estas lesiones pueden generar bloqueos, chasquidos o sensación de inseguridad al realizar ciertos movimientos.
Enfoques conservadores para tratar lesiones del hombro
Muchos pacientes logran curar una lesión de hombro sin necesidad de cirugía. El primer paso es establecer un diagnóstico preciso mediante evaluación clínica y estudios por imagen como la resonancia magnética. A partir de ello, el tratamiento conservador puede incluir:
- Reposo funcional y reducción de la actividad física.
- Medicación antiinflamatoria oral o tópica.
- Infiltraciones con corticosteroides, en casos seleccionados.
- Fisioterapia personalizada, centrada en restaurar la movilidad, fuerza y control neuromuscular.
- Terapias complementarias como ultrasonido terapéutico, electroestimulación o ejercicios de estabilización escapular.
Este enfoque puede extenderse por varias semanas o meses, con seguimiento médico continuo. Muchos casos leves a moderados responden favorablemente y no requieren intervención quirúrgica.
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¿Cuándo considerar una cirugía de hombro?
La cirugía de hombro se reserva para lesiones severas, crónicas o refractarias al tratamiento conservador. También se indica cuando la estructura articular está comprometida de forma significativa, con pérdida funcional evidente.
Entre los casos que justifican una intervención quirúrgica destacan:
- Desgarros completos del manguito rotador, especialmente si hay pérdida de fuerza.
- Luxaciones repetidas con daño estructural.
- Lesiones del labrum que causan síntomas mecánicos.
- Artrosis glenohumeral con dolor persistente y limitación progresiva.
Actualmente, la mayoría de estas cirugías se realizan mediante técnicas artroscópicas. Esta modalidad mínimamente invasiva permite reparar tejidos con menor trauma quirúrgico, menor dolor postoperatorio y tiempos de recuperación más rápidos.
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